martes, 23 de diciembre de 2014



¡Autocaravaneros!




...Y no recuerdo en que “wish-list” decía:

“Tener una autocaravana y usarla”.

..porque como tantos otros deseos u oportunidades vinieron cuando vinieron, no cuando los pedí. La autocaravana apareció en nuestra vida de un día para el otro.
Es lo más parecido a la sensación de una vivienda propia que hemos tenido.

De cómo llegó hasta aquí.

Anuncio va, anuncio viene, aparece ella. Muy bien de aspecto, simpática, acequible económicamente, medio peladita pero impecable. Año 1987.
Joaco la fue a buscar a Murcia con Eduardo. Fueron, la vieron y se la trajeron. Yo me quedé en casa esperando con las nenas, era como si esta vez Joaco se hubiese puesto de parto y yo afuera esperando que me dieran la noticia, una llamada, un wasap, algo! Qué me dijeran que sí, que el anuncio era verdad, que les había gustado y que la habían comprado.

Antes de dejármela estrenar, Joaco la dió vuelta. Empezó cambiando una lamparita y terminó poniendole parquet (no estaba en los planes...pero vas al bricolage y hay una caja de parquet a €8 que nos alcanza para cambiar todo el piso...y a la mierda ese piso rojo, que tan mal no estaba, pero el nuevo queda tan bonito!!)

Los amagues.

Ya estaba lista y cargada. Íbamos a salir a pasar el fin de semana afuera, a otra playa. Al final nos quedamos esperando que llegaran unos amigos que teníamos que darle una llave y solo fuimos a dar “la vuelta al perro” a la misma playa de tooooooodo el verano a tomar unos mates. Pero calentando el agua en la autocaravana!!!

Esa salida fue de 1 kilómetro y medio, distancia que separa nuestra casa de la playa más cercana.

El segundo intento no tuvo un final feliz :-(

De hecho fue el peor día del año. Fuimos hasta unas calitas más al norte de casa, como a 50km. Zami se fracturó tibia y peroné tirándose de un tobogán la primera mañana que habíamos amanecido en un parking para AC. Así que nos volvimos para que descansara, para que se habituara al yeso, y que repose la patita. Una genia, la verdad cómo llevó lo del yeso.




El estreno.

A los pocos días, Zami ya estaba habituada al yeso, a que la pierna pesaba más, a andar a upa o en cochecito, no iba al jardín y a mí me había llegado la carta del ministerio de educación avisándome que ya podía ir a retirar mi credencial de homologación a Madrid. Así que pusimos rumbo Sur, luego Oeste y planeamos una visita a Toledo.
Hemos hecho noche en un camping cerca de Valencia, donde una familia de argentinos con 3 varones de 3, 5 y 10 años, nos recibió la noche que llegamos cansados. Era el cumpleaños del papá, y sin darnos cuenta nos habían puesto un vaso en la mano y un plato y cubierto en la mesa. Más tarde vino a saludar la chica del camping y resultó muy divertida ella también. Dormimos acobijados, no hizo nada de frío. A la mañana me dí una ducha de agua caliente, desayunamos y nos fuimos.
Ya en la provincia de Madrid, dejamos la AC en Pinto, en un parking para AC frente a un centro comercial. Se paga por hora (0,33€/h). También llegamos de noche, es otoño y se hace de noche muy temprano. Fuimos a dar una vuelta por el centro comercial y nos comimos unos montaditos, estaba todo cerrado salvo los lugares para comer. La noche fue muy buena. Se duerme muy bien en esta AC.

Ya a la mañana siguiente, nos fuimos en tren hasta Madrid. Habíamos quedado con unos amigos que conocimos en el verano y que viven en Madrid, así que la Adriana nos acompañó a buscar mi título homologado. Ahora también soy biologa española. El viaje en tren fue para Zami una aventura. Luego caminamos muuuchas cuadras, hasta la casa de los amigos, con Adriana, pasamos por el parque del Retiro, las nenas se hamacaron un rato, Joaco sacó fotos. Y yo luchaba por convencer a las nenas que fueran en cochecito en lugar de ir en brazos. Pesan más de 13kg c/u.



Las ciudades de visita me encantan. Por Madrid, mucha gente camina apurada pero otro tanto pasea. Nos tocó un día templado. No fuimos a ningún museo esta vez, solo al Ministerio de Educación, y caminamos hasta la casa de los amigos. Volvimos en metro hasta Atocha para tomar el tren hasta Pinto y regresar a la AC, me re cago en la accesibilidad de los metros y el tren de Madrid, porque tuvimos que cargar con el cochecito doble escaleras arriba y escaleras abajo. Pasamos la segunda noche en Pinto, y después de desayunar a la mañana siguiente salimos para Toledo.



Eirita (1 año y 4 meses) no entiende mucho, ella va, camina, corre, ve, come, juega. Pero Zami (3 años y medio), ya empieza a apreciar los paisajes y entrando a la ciudad amurallada de Toledo, con ese paisaje otoñal, esos rojos, ocres, amarillos y marrones en los árboles, el agua por debajo del puente, los patos...me decía: “Mamá ¡qué linda es Toledo!” Y yo me sentía bien, porque días antes había dudado si sacarla a autocaravanear con la patita rota. Pero ella estaba disfrutando el viaje. En medio del paseo empezaron a caer unas gotas que enseguida se convirtieron en tormenta, con truenos y todo. El agua corría como un arroyo por las calles de piedra, nos refugiamos en una arcada de la muralla hasta que paró un poco, eso fue mucho tiempo. Eira chapoteó en los charcos, se mojó toda, Zami estaba en el cochecito, por suerte teníamos ropa seca cerca y el calorcito de nuestro hogar con ruedas. Estuvimos ahí acomodándonos un rato, es complicadito el tema de moverse con los zapatos mojados y las nenas dando vueltas en un espacio tan reducido, pero es agradable la sensación de viaje, de aire libre y sobre todo las noches al cobijo de la capuchina. Esa misma tarde quisimos adelantar un poco y condujimos hasta Puerto Lápice.

Volviendo a casa.

La última noche la pasamos en Puerto Lápice. Un pueblito de la ruta de la mancha. Esta vez armamos la cama de las nenas con el colchón en el piso, dejando las sillitas puestas, planeando madrugar, saliendo a la ruta antes que el sol. Pensando pasar otra noche en Valencia.

Finalmente llegamos a Valencia re temprano, fui con las nenas a la playa, la pasamos muy bien, era toda para nosotras y el día estaba soleado, fresquito de otoño, pero al sol estaba genial. Hicimos una escultura en la arena, decorada con piedras del lugar, Joaquín preparó la comida y quiso quedarse a descansar un rato. Como se hace de noche temprano, ya no hay mucho para hacer a partir de las 18hs, entonces seguimos camino a casa. Llegamos a la nochecita y la verdad es que estuvo bien, porque descansamos en casa y al otro día teníamos mucha tarea por hacer: Preparar la muzanda a Andorra.


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